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portada Tratado Sobre La Tolerancia: Quitate Tu Pa' Ponerme Yo
Formato
Libro Físico
Idioma
Español
N° páginas
100
Encuadernación
Tapa Blanda
Dimensiones
22.9 x 15.2 x 0.7 cm
Peso
0.20 kg.
ISBN13
9781975708115

Tratado Sobre La Tolerancia: Quitate Tu Pa' Ponerme Yo

Carlos Alberto Laster (Autor) · Karl Lestar (Autor) · Createspace Independent Publishing Platform · Tapa Blanda

Tratado Sobre La Tolerancia: Quitate Tu Pa' Ponerme Yo - Lestar, Karl ; Laster, Carlos Alberto ; Aroue, François Marie

Libro Físico

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  • Estado: Nuevo
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Reseña del libro "Tratado Sobre La Tolerancia: Quitate Tu Pa' Ponerme Yo"

El asesinato de Calas, cometido en Toulouse con la espada de la justicia, el 9 de marzo de 1762, es uno de los acontecimientos más singulares que merecen la atención de nuestra época y de la posteridad. Se olvida con facilidad aquella multitud de muertos que perecieron en batallas sin cuento, no sólo porque es fatalidad inevitable de la guerra, sino porque los que mueren por la suerte de las armas podían también dar muerte a sus enemigos y no caían sin defenderse. Allí donde el peligro y la ventaja son iguales, cesa el asombro e incluso la misma compasión se debilita; pero si un padre de familia inocente es puesto en manos del error, o de la pasión, o del fanatismo; si el acusado no tiene más defensa que su virtud; si los árbitros de su vida no corren otro riesgo al degollarlo que el de equivocarse; si pueden matar impunemente con una sentencia, entonces se levanta el clamor público, cada uno teme por sí mismo, se ve que nadie tiene seguridad de su vida ante un tribunal creado para velar por la vida de los ciudadanos y todas las voces se unen para pedir venganza. Se trataba, en este extraño caso, de religión, de suicidio, de parricidio; se trataba de saber si un padre y una madre habían estrangulado a su hijo para agradar a Dios, si un hermano había estrangulado a su hermano, si un amigo había estrangulado a su amigo, y si los jueces tenían que reprocharse haber hecho morir por el suplicio de la rueda a un padre inocente, o haber perdonado a una madre, a un hermano, o a un amigo culpables. Jean Calas, de sesenta y ocho años de edad, ejercía la profesión de comerciante en Toulouse desde hacía más de cuarenta años y era considerado por todos los que vivieron con él como un buen padre. Era protestante, lo mismo que su mujer y todos sus hijos, excepto uno, que había abjurado de la herejía y al que el padre pasaba una pequeña pensión. Parecía tan alejado de ese absurdo fanatismo que rompe con todos los lazos de la sociedad, que había aprobado la conversión de su hijo Louis Calas y tenía además desde hacía treinta años en su casa una sirviente católica ferviente que había criado a todos sus hijos. Uno de los hijos de Jean Calas, llamado Marc-Antoine, era hombre de letras: estaba considerado como espíritu inquieto, sombrío y violento. Dicho joven, al no poder triunfar ni entrar en el negocio, para lo que no estaba dotado, ni obtener el título de abogado, porque se necesitaban certificados de catolicidad que no pudo conseguir, decidió poner fin a su vida y dejó entender que tenía este propósito a uno de sus amigos; se confirmó en esta resolución por la lectura de todo lo que se ha escrito en el mundo sobre el suicidio. Hay por lo tanto humanidad y justicia en los hombres, y principalmente en el consejo de un rey amado y digno de serlo. El caso de una desgraciada familia de ciudadanos oscuros ha ocupado a Su Majestad, a sus ministros, al canciller y a todo el consejo y ha sido discutido con un examen tan meditado como pueden serlo los más grandes temas de la guerra y de la paz. El amor a la equidad, el interés del género humano han guiado a todos los jueces. Demos gracias a ese Dios de clemencia, el único que inspira la equidad y todas las virtudes! Atestiguamos que jamás hemos conocido ni a ese infortunado Calas a quien los ocho jueces de Toulouse hicieron morir a causa de los más débiles indicios, en contra de las ordenanzas de nuestros reyes y en contra de las Leyes de todas las naciones; ni a su hijo Marc-Antoine, cuya extraña muerte indujo a error a esos jueces; ni a la madre, tan respetable como desgraciada; ni a sus inocentes hijas, que recorrieron con ella doscientas leguas para poner su desastre y su virtud a los pies del trono. Ese Dios sabe que solamente nos ha animado un espíritu de justicia, de verdad y de paz cuando hemos escrito lo que pensamos de la tolerancia, con motivo de Jean Calas, a quien el espíritu de intolerancia ha hecho morir. Ha ca

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El libro está escrito en Español.
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