Reseña del libro "Retorno a Dorlebo"
Desde el primer día, los escritores reciben la luz de Dios que los vuelve crea- dores. Hacedores de mundos. Forjadores de vidas con sus palabras. Muchos de esos Universos –con sus personajes, sus alegrías y desdichas, su invariable sumisión a la naturaleza humana heroica y feroz–, han pasado a la historia de la literatura.
Macondo, de Gabriel García Márquez. Comala, de Pedro Páramo y de Juan Rulfo. Yoknapatawpha, de William Faulkner. También, a su modo, la París que envuelve la Rayuela de Julio Cortázar, la Alejandría que musicaliza el Cuarteto de Lawrence Durrell, con las palabras del poeta de la ciudad.
Para crear hay que tener valor. Como el primer día. Desde el primer día. Y Melissa Tovar Guerrero lo tiene para fundar la historia de Dorlebo, otorgarle un mar y dotarlo de un cielo cálido y extenso, de seres que centellean alrededor del recuerdo de Herlinda. Dorlebo es un anagrama de su infancia, de la sorpresa de conocer el mundo de sus raíces.
Y todo está aquí, en estos seis relatos, tan llenos de magia, tan ataviados de palabras fantásticas como la muñeca que viste la imaginación de una niña. Melissa ha jugado de forma maestra con las palabras, envolviendo al lector en el Universo de su memoria, en una propuesta narrativa tejida de circunstancias gráciles, aromas, sabores de cocina pacífica, ilusiones, pompas de hojas de plátano, el amor a Tina, la extensión infinita de La Santa y tres caballos ilusorios en el corral de su ensueño.
La luz se ha hecho en estos relatos iniciáticos de Melissa, que se extienden sobre los árboles tupidos y frondosos de Dorlebo como la claridad del primer día.