Reseña del libro "El fantasma de Stephen King"
Novela sin duda de género o géneros, de aventuras y esperpentos varios, de horrores reales y fantásticos, "El negro de Stephen King" oculta, en realidad, bajo todas sus capas y niveles de lectura y escritura, una novela de ideas, repleta de conceptos que desafían las convenciones no solo de la omnipresente corrección política que nos ha emasculado artística e intelectualmente para siempre –pero sin darnos nada a cambio, a diferencia de lo que le ocurre al protagonista-, plagada de anotaciones aparentemente al margen que son su verdadera esencia. Hernán Migoya no perdona nada ni a nadie, todo lo cuestiona con espíritu crítico tan ácido y lúcido como iconoclasta, demoliendo los tópicos que nos atacan desde todos los frentes, sin dar cuartel a izquierda o derecha, plantando la semilla de la incertidumbre y la duda desde la propia estructuraauto- paródica y metaliteraria del libro hasta el amargo final de la peripecia personal de su quijotesco héroe americano. Porque al final (no spoiler, tranquilos) puede que la magia exista, puede que dios o los dioses existan, que haya otras realidades, otros mundos que estén en este (o no), pero…
¿Qué más da? ¿Y si son tan mezquinos, tan tristes, egoístas, sórdidos y patéticos como nosotros, como nuestro propio mundo cotidiano? Bajo la advocación de Heisenberg más que de la de Castaneda, Jodorowsky o Stephen King, hay que leer "El negro de Stephen King" no solo –que ya es bastante- porque sea singular, divertida y arrolladora, sino porque dice algo sobre la realidad y sobre nosotros mismos que pocos autores más se atreven a decir hoy en voz alta, menos aún a ponerlo por escrito. Por eso necesitamos a Hernán Migoya. Para que dé su voz a los muertos, y estos nos saluden desde ese lugar al que, no lo dudéis, todos iremos a parar a nuestro debido tiempo. O antes.
Jesús Palacios