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portada Piel Como Frontera Tocar Sentir ser
Formato
Libro Físico
Editorial
Tema
ensayo.
Año
1997
Idioma
Español
N° páginas
272
Encuadernación
Tapa Blanda
ISBN
8487705367
ISBN13
9788487705366

Piel Como Frontera Tocar Sentir ser

Cristina Álvarez Reinares (Autor) · Yalde · Tapa Blanda

Piel Como Frontera Tocar Sentir ser - C Alvarez Reinares

Libro Nuevo

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  • Estado: Nuevo
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Reseña del libro "Piel Como Frontera Tocar Sentir ser"

“La piel que nos envuelve es la vía más profunda y directa de intercambio personal. Placeres y dolores arrancan y se expresan a su través.Nuestra piel es espejo para los demás y delatora de nuestros estados afectivos. La prohibición del refleja el temor ancestral a los contactos corporales. Tocar y que nos toquen puede ser fuente del más hondo placer o de la impresión más repulsiva.A partir del tocar y del sentir se estructura en gran modo nuestro ser. Podríamos decir que somos según lo que hemos sentido.La profesora Álvarez Reinares muestra aspectos insospechados de la comunicación a través de la piel, bien sea en el plano social, cultural o erótico. El tacto aparece aquí con su fuerza arrolladora en el intercambio de afectos y deseos."Un fragmento de "La piel como frontera":La erótica de la piel:La piel es la zona erógena por excelencia. Parece como si el cuerpo humano estuviese delimitado por un cubrimiento de sensualidad que se abre al mundo, ofreciendo unas vías de intercambio entre las posibilidades de dar con las posibilidades de recibir. Todos los sentidos se asoman a la piel para captar los mensajes gratificantes que le llegan por vía distal: los olores, los sonidos, los colores y las formas, o leves contactos, los dedos amorosos que la repasan, la calidez de otra piel en contacto. La piel centraliza y vincula pequeños y grandes placeres.La erótica del gusto, la de la vista, la del oído, la del olfato, se funden en una totalidad global en la del tacto. El tacto supone la máxima proximidad del erotismo. La piel se humedece de placer, se moviliza con imperceptibles sacudidas, incontrolables, vibra, se acalora, se ofrece pletórica, lujuriosa en su tersura o temerosa en su rugosidad, pero se ofrece, y por si no fuese suficiente con sus propios méritos, se somete al embellecimiento artificial que le proporcionan las cremas, las pinturas, los bronceados al sol, los perfumes, los polvos, los tatuajes, las incrustaciones de piedras preciosas y el tamiz sinuoso de unas telas transparentes o del vestido como segunda piel sugerente.La piel no sólo se muestra oferente a los demás, sino que acoge su propio erotismo que nace y termina en la propia piel erotizada. El contacto del pecho, de los genitales o de la piel toda con las telas livianas, sedosas o, incluso, en los erotismos masoquistas, con las telas estameñas, produce una excitación dulce que se desborda en presentimientos placenteros, etéreos, indefinibles y que convierten el caminar o el reposar en un estado perpetuamente lujurioso. Lo mismo sucede cuando nos abandonamos voluptuosos a la orilla del mar y dejamos que el sol, como amante tierno, nos acaricie con sus rayos bronceadores y calidos, mientras la brisa traspasa con dulzura nuestros más recónditos deseos, conformados en esas ondulaciones corporales contra los que se estrella estremecida, y las olas se rompen en mil gotas de placer. Las suaves dunas de la piel se abandonan al placer, que quisiéramos perpetuar, mientras el rumor incesante del mar nos hipnotiza con su cadencia. Que nada perturbe este instante, nos decimos, y por eso cerramos los ojos, para que el aislamiento sea total, para poder creer que hemos entrado en el recinto de la felicidad que no indaga, que no interroga, que no busca ningún sustituto en las palabras. Así es nuestra piel sensual cuando se abandona, cuando no está azancanada por algo ajeno al propio sentir.Alberoni, en su libro "El erotismo", analiza los diferentes modos de sentir erótico entre el sexo masculino y el femenino. Sostiene que las mujeres están dotadas de un extraordinario erotismo cutáneo y que la utilización de perfumes, tacones altos, ropa interior delicada y corsés, son en su totalidad una manifestación de esa carga erótica. Las mujeres, sigue diciendo Alberoni, son más sensibles que los hombres al ritmo, a la música, a los sonidos, o su erotismo más táctil, muscular y ligado a los olores. Por el contrario, el erotismo masculino es más visual, más genital. Ortega, con la finura analítica que le caracteriza, ya observó que los españoles miran a las mujeres con "mirada táctil", es decir con una mirada que repasa, siluetea, sopesa, barrunta y, al final, evalúa.La prohibición de tocar:...Es evidente que las actitudes hacia el tocar o no tocar emergen desde las profundidades de las creencias, hábitos y costumbres arraigados en los pueblos. En los últimos años asistimos a una modificación de las tendencias generales, sobre todo entre la juventud, mejor dispuesta a restablecer los contactos táctiles con los amigos, siempre que no conlleven un excesivo peso de ternura, aunque sí puedan llevarlo de sexo. El amor y el sexo se deslindan con excesiva frecuencia. "Hacer el amor" queda reducido, a veces, a una fórmula para satisfacer una necesidad física. Sin embargo, amor y sexo son dos formas diferentes de comunicación; cuando se complementan, cuando confluyen en una misma consumación, dan lugar al contacto comunicativo más profundo que pueda darse entre dos seres humanos.También es conveniente poner de relieve las constantes contradicciones que surgen en la vida cotidiana entre la mera prohibición del tocar y los usos reales que se hace de la prohibición. Son muy numerosos los actos sociales que tienen como eje el contacto. En el baile se aspira a dejar sin efecto las censuras morales vigentes. Los cuerpos se enlazan, estableciéndose entre ellos la corriente cálida de la permisividad. Los ojos, tan próximos, hablan su propio lenguaje. Las palabras fluyen quedas, sinuosas. Dos cuerpos se funden al son de un ritmo y se comunican en términos táctiles. Cuando la última nota musical se pierde en el aire, todavía permanece el eco táctil de los cuerpos que oponen una sutil resistencia a la separación.También nos quitamos los guantes para dar la mano, en un alarde de buenos modales, pero que no es más que una manifestación del deseo de entrar en un contacto más cálido y humano. Igualmente se ha popularizado con facilidad la tendencia a besar, rompiendo en muchos casos con los moldes de cortesía hasta ahora vigentes. Besamos con la misma fruición a los conocidos que a los que nos acaban de presentar, como si, inconscientemente, estuviésemos predispuestos a romper las barreras que nos han constreñido.También los comerciantes parecen haber comprendido la demanda táctil en los objetos de consumo. Se cuida la textura de los tejidos con destino tanto a la vestimenta como a la decoración del hogar. Se comercializan peor los muebles de metal o de apariencia fría y, en general, el pequeño menaje de uso cotidiano se procura diseñarlo con la nota de "cálido" al contacto, "confortable" por definición. Se valora lo artesanal. El marchamo de "hecho a mano" representa un valor añadido. Se cuida al máximo la ropa interior. Las cosmética ha establecido sus propias relaciones de necesidad con la inclinación humana a mejorar su apariencia visual y las condiciones táctiles de un cutis disponible para los contactos.¿Estaremos asistiendo a una creciente valoración de lo táctil?La respuesta es obvia. A pesar de ello, el temor al tacto ha sido la premisa de gran parte de la conducta humana.PRÓLOGO.1. LA PIEL COMO ENVOLTURA.2. FUNCIONES PSÍQUICAS DE LA PIEL.3. LA IMAGEN DEL CUERPO.4. MANIFESTACIONES AFECTIVAS DE LA PIEL.5. LA PIEL EN EL DOLOR Y EN EL SUFRIMIENTO.6. LA PROHIBICIÓN DEL TOCAR.7. LA MEMORIA TÁCTIL.255BIBLIOGRAFÍA.267

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El libro está escrito en Español.
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La encuadernación de esta edición es Tapa Blanda.

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